viernes, 19 de febrero de 2010

Creemos en la doctrina bíblica sobre el testimonio del Espíritu Santo.


Creemos en la doctrina bíblica sobre el testimonio del Espíritu Santo.
“Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hch.2:38-39)
“pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados,… porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados. Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo;…” (Heb.10:12-16)
“nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen” (Hch.5:32)


La iglesia del primer siglo siempre reconoció la tremenda importancia del testimonio del Espíritu, la iglesia de nuestros tiempos debe ser fiel a este legado. Una de las tantas obras del Espíritu Santo es atestiguar o dar testimonio de la realidad de la expiación y del ministerio intercesor de Jesucristo. Esta es una de las doctrinas bíblicas fundamentales para el cristiano, a tal punto que el apóstol Pablo declara que la incredulidad o falta de fe ante la suprema revelación de Cristo es producto de rechazar el Espíritu Santo: “Por tanto, os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo” (1 Cor.12:3)
El Espíritu divino ahora habita en la iglesia del Señor como fiel testimonio de la adopción, de la filiación con nuestro Padre Celestial desde el mismo corazón del cristiano lo cual amplía de forma efectiva la obra salvífica comenzada en la encarnación del Verbo, pasando por el evento de la cruz y la exaltación y ascensión de Cristo a la diestra de Dios “Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio” (Jn.16:7-8) “El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber” (Jn.16:14-15)
Según las Escrituras el testimonio del Espíritu es la evidencia interna de la aceptación de Dios por parte de aquellos que han creído y obedecido el evangelio de Cristo, es el testimonio de que mediante la fe en su Hijo y por pura gracia Dios nos ofrece la vida eterna. El Espíritu Santo testifica de forma efectiva a nuestro espíritu que tenemos redención por la sangre de Jesús derramada en la cruz del Calvario, que nuestros pecados han sido perdonados, que hemos sido reconciliados con Dios porque Jesús se ha dado en ofrenda perfecta por todos nosotros.
Los fundamentos bíblicos que sustentan esta doctrina están clara y directamente expresados, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento: “Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella” (Heb.11.4) “Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso Dios; y antes que fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios” (Heb.11:5)
Otros pasajes que sostienen irrebatiblemente esta doctrina son: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo” (Ro.8.16-17) “El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo. Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo” (Jn.5:10-11) “Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la verdad” (1 Jn.5:6-7).
Estas bases escriturales nos demuestran que el testimonio del Espíritu Santo a nuestras vidas está íntimamente ligado con el espíritu de adopción dándonos la certeza espiritual de que somos hijos de Dios adoptados en la gran familia de la fe y que por tanto nuestros nombres están escritos en el libro de la vida, como podemos ver en estos hermosos pasajes: “Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios” (Ro.8:15-17)