jueves, 7 de abril de 2011

EL BAUTISMO DE JUAN.

En la Biblia aparecen varias doctrinas sobre diferentes tipos de bautismos (Heb 6.2) “de la doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno” Aquí nos referimos únicamente al bautismo para arrepentimiento y preparación para el perdón por medio del sacrificio de Cristo.

¿Fue un bautismo para perdón de pecados? Dejemos que la Biblia se interprete a sí misma.
No. En ningún momento la Escritura enseña que el bautismo de Juan era para perdón de pecados, sino como preparación para el perdón. Entonces no hubiese sido necesario Jesucristo, el único con la facultad de perdonar pecados. El propósito del bautismo de Juan era llamar al arrepentimiento a una nación específica. Pero es necesario recurrir al contexto donde ocurre este bautismo.

Contexto histórico: ¿A quién Juan llamaba al bautismo de arrepentimiento? Hech 13.24 “Antes de su venida, predicó Juan el bautismo de arrepentimiento a todo el pueblo de Israel”. Únicamente al pueblo de Israel, este bautismo solo fue valido al pueblo judío bajo la ley de Moisés. Desde el momento en que Cristo asciende al cielo y se derrama el Espíritu Santo en Pentecostés este bautismo no es válido a la iglesia cristiana (Hech 1.22) “comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con nosotros, de su resurrección”.

¿Por qué no es válido? (Hech 19.4) “Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo” Fue una preparación o sombra del bautismo[1] que sería predicado por los apóstoles donde el mandamiento del bautismo sustituye la circuncisión y forma parte indisoluble de la predicación del evangelio de Cristo simbolizando la muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo: (1 Ped 3.21) “El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo”. El bautismo por sí mismo no salva a nadie, sino que corresponde a las condiciones de salvación en el Nuevo Testamento (juntamente con la fe, el arrepentimiento y la confesión de Jesús como único Salvador) según la predicación del evangelio[2]. Esta situación la confrontó el predicador Apolo quien incluía en la enseñanza el bautismo de Juan y no el que Cristo había instituido (Hech 18.25) “Este había sido instruido en el camino del Señor; y siendo de espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor, aunque solamente conocía el bautismo de Juan”

¿Qué pasó con aquellos que fueron bautizados por Juan? Los judíos bautizados por Juan lo hicieron para arrepentimiento (cambio de actitud) y para prepararles para la llegada del Mesías, es indudable que creyeron, pues la fe produce el arrepentimiento, pero no recibieron ni el perdón de pecados ni el don del Espíritu Santo, ya que Cristo aún no había muerto en la cruz ni había derramado su sangre, por tanto estos judíos no podían iniciar una nueva vida en Cristo (nuevo nacimiento, nueva criatura) si aún no era posible la presencia del Consolador, del “Paracletos”.

El bautismo como mandamiento de Cristo. (Mat 28.19) “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. En Pentecostés 3,000 hombres y mujeres preguntaron “que debemos hacer” la enseñanza del apóstol Pedro es clara y precisa: (Hech 2.38) “Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hech 2.41) “Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas” es la sana doctrina inspirada por el Espíritu Santo mediante la cual el creyente es añadido a la iglesia, que es estar “en Cristo”, ser posesión de Cristo, estar “revestido de Cristo”. “Para perdón de los pecados” en griego: “eis áfesin ton jamartión” la construcción gramatical de la frase es literal e indica claramente el propósito primero del bautismo: perdón de pecados y a continuación recibir el regalo del Espíritu Santo mediante el cual por gracia mediante la fe renacemos en la familia de Dios, somos adoptados como sus hijos

El bautismo es incluido por los apóstoles y evangelistas en la predicación del Evangelio a raíz del derramamiento del Espíritu Santo en Pentecostés y es un patrón invariable en todos los ejemplos de conversiones citados en el Nuevo testamento (Hech 8.12) “Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres” (Hech 18.8) “Y Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa; y muchos de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados. El mismo Cristo conecta el mandamiento del bautismo a la economía o plan de salvación (Mr. 16.16) “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado” Esto no es doctrina de hombres, es la Palabra de Dios para su iglesia. Es la sana doctrina que enseña el Nuevo Testamento: El samaritano Hch.8:12; Simón Hch.8:13; el etíope Hch.8:35-38; el carcelero de Filipos Hch.16:30:34; los corintios Hch.18:8; los gálatas Gá.3:26-27, a Pablo “levántate y bautízate…” Hch.22:16

Significado del bautismo instituido por Cristo: (Ro. 6.3) “¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?

Contexto lingüístico. El bautismo “en el nombre del Padre y el Hijo y el Espíritu Santo”. En el griego del Nuevo Testamento “eis to onma” “en el nombre” se traduce “en la posesión de”. La preposición griega “eis” indica acción progresiva hacia un objeto ya sea real o implicado, en su contexto gramatical “en el nombre”, significa mucho más que la autoridad del Dios tri-uno el hecho de ir a la entrada de una estrecha comunión con la plenitud de la Deidad. El bautismo como mandamiento y requisito indispensable dentro del evangelio está vigente hasta el fin de los tiempos, aplica a todas las criaturas, naciones y culturas, no es doctrina de hombre (1 Ped.1.25) “Mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada” (Gál.1.11) “Mas os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí, no es según hombre” (1 Ts 1.5) “pues nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre”. El mensaje no puede ser cambiado (Gál 1.8) “Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema”




[1] Hch.10.37 “… sabéis lo que se divulgó por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan”

[2] Pasajes homólogos: Col. 2.12; Ro. 6.4