lunes, 20 de septiembre de 2010

RAZONES PARA EL ESTUDIO DE LOS FUNDAMENTOS DOCTRINALES DE NUESTRA FE.

Todo libro humano es finito en contenido. Puede ser leído, estudiado, aprendido de memoria, hasta que un día llega a ser dominado y no se le necesita más. Pero la Escritura es la Palabra de Dios y cuanto más la sondeamos más se ensanchan sus dimensiones divinas y se imponen ellas mismas.
Hans Urs

PRIMERA RAZÓN: El contenido de nuestras creencias y su consecuente práctica perfilan nuestra condición moral ante el mundo.

A medida que perseveremos en el estudio constante de la Palabra de Dios se van a consolidar y fortalecer nuestras convicciones y prácticas, que no solo determinan nuestro destino a la eternidad, sino que también nos hacen responsables por el destino de los que nos rodean. Las convicciones y experiencias del seguidor de Cristo perfilan su condición moral en todas las áreas de su existencia, dichas creencias y practicas se auto-proyectan y a la vez se retro-alimentan en sus relaciones e influencias dadas en el entorno social que le toque vivir y predicar el evangelio. Este principio, que es básico en la directriz pastoral del predicador fue el que motivó las siguientes palabras del apóstol Pablo a Timoteo: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (II Tim.2:15)

SEGUNDA RAZÓN. Estamos destinados a ser portavoces de la Palabra de Dios en la realidad concreta de este mundo.

Nuestra misión es predicar a Cristo e instruir al pueblo de Dios, consecuentemente nuestras palabras deben ser las del Maestro de esta manera queda garantizada la integridad de la doctrina y la autenticidad de nuestro testimonio que constituirán nuestras credenciales ante el mundo. “Ocúpate en estas cosas, permanece en ellas, para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos. Ten cuidado de tí mismo y de la doctrina, persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a tí mismo y a los que te oyeren” (I Tim.4:15-16). La enseñanza de Pablo es bien clara: le aconseja a Timoteo, que primero conserve y legitime su identidad como cristiano para que pueda salvarse y a la vez salvar al mundo, la salvación depende de la responsabilidad individual pero es imposible ignorar que posee también una dinámica colectiva a partir del anuncio de las Buenas Nuevas de salvación. La doctrina y la práctica religiosa del cristianismo deben estar despojadas de la autosuficiencia esotérica. El auténtico cristiano en ningún momento vive su fe de espaldas a la sociedad humana “Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal” (Jn.17:14-15). Cada cristiano se constituye en “sal de la tierra”, porque la simiente que es la Palabra de Dios, debe ser proclamada con cada gesto y palabra, con cada acto de nuestras vidas cotidianas en este mundo perdido y sin esperanzas hasta el regreso de nuestro Redentor.

TERCERA RAZÓN. No basta con nuestra sinceridad, ni podemos confiarnos de nuestra limitada percepción de la realidad. A pesar de poseer una conciencia que nos permite sentir e interpretar la realidad no siempre comprendemos o sabemos, nuestro sistema cognoscitivo es imperfecto porque nuestro corazón está enfermo, nuestro entendimiento es limitado por el pecado, esta limitación puede ser vencida solamente por una autentica conversión y seguimiento de Cristo, educando nuestra conciencia en los valores y las enseñanzas bíblicas, sin añadir u omitir de la Escritura.

Al ser nuestra mente imperfecta y no percibir la realidad correctamente, es necesario perseverar sin desmayo en el estudio de la Biblia para contrarrestar nuestras certezas puramente humanas al querer apropiarnos de la verdad de espaldas a la voluntad de Dios. Es muy frecuente encontrar personas que le conceden más importancia a la sinceridad de sus creencias que al contenido de las mismas. Obviamente ser sincero es una cualidad necesaria ante cualquier sistema de pensamiento y un atributo encomiable en cada persona. Pero La Biblia nos enseña que nuestro sistema sensorial jamás debe desplazar el conocimiento de la verdad que solo está en Cristo Jesús, porque “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso, ¿quién lo conocerá?” (Jer.17:9).

No importa el grado de convicción si depositamos nuestra fe en una falsedad, en una idea o practica que no esté correctamente fundamentada en la Biblia, las convicciones sin el fundamento del juicio divino siempre ha traído inevitablemente resultados terribles a través de la historia del cristianismo y de la humanidad: la apostasía, la división de la iglesia del Señor, la ejecución de los herejes, la inquisición, las cruzadas, las actuales guerras religiosas, la manipulación de la fe para el enriquecimiento personal, etc.

“Pero esto, hermanos, lo he presentado como ejemplo en mi y en Apolos por amor de vosotros, para que en nosotros aprendáis a no pensar mas de lo que está escrito, no sea que por causa de uno, os envanezcáis unos contra otros. (I Co.4:6). Para ser un verdadero cristiano no basta con querer a Dios de corazón. El significado bíblico de corazón determina el alma, el espíritu y la mente humana. El corazón es un concepto figurativo para describir el centro de nuestros pensamientos, de nuestra percepción, de nuestras emociones. El corazón es un lugar especial donde se encuentran interactuando los atributos de nuestra personalidad, este es un regalo de Dios que sitúa al ser humano por encima del resto de los seres vivientes. Poseemos la singular capacidad de pensar y sentir, lo que nos ubica como corona de toda la creación. Con los sentidos percibimos determinada realidad e inmediatamente nuestra mente, el cerebro, se encarga de integrar la información sensorial en todo un sistema de clasificación de objetos y cualidades que son a su vez traducidos en símbolos o representaciones que constituyen nuestra visión del mundo, pero no podemos confiar en nuestros sentidos porque la mayoría de las veces en nuestras decisiones y juicios dejamos fuera a Dios y su voluntad.

CUARTA RAZÓN. Dios en su inmenso amor se ha revelado al hombre mediante Jesucristo y dicha revelación solo es posible por el Espíritu de Dios.

Es posible y necesario para el hombre acceder al entendimiento de la Escritura y asimilar las verdades divinas, sobre todo en aquellos pasajes en los cuales Dios ha querido indicarnos claramente el camino a la salvación eterna. Igualmente hay un deseo humano natural de conocer a Dios y la razón nos ayuda en el camino hacia el encuentro con nuestro Creador. Algunos creyentes, líderes y movimientos religiosos pretenden justificar la ausencia de un estudio sistemático de la Biblia basándose en la cita de II P.3:15-16 donde el apóstol expresa “casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas, entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición”. Una lectura honesta de este versículo indica que no toda la Escritura es oscura e impenetrable para el creyente, sino que hay “algunas porciones difíciles” de las cuales solo los “indoctos e inconstantes” se aprovechan para adulterar su significado original ya sea por ignorancia o en provecho propio, o motivados por ambas cosas.

El mismo Pablo cuestiona en I Co.2:16, “¿porque quien conoció la mente del Señor?, ¿quien le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo”, es ciertamente una pregunta provocativa o retórica. Obviamente es imposible conocer la mente divina por nuestros propios medios, ya que solo Dios la ha revelado por medio del Espíritu Santo, los pensamientos de Dios han sido expuestos al alcance del hombre en la Escritura por medio de Jesucristo y sus enseñanzas (la mente de Cristo), las cuales fueron predicadas y escritas por sus apóstoles como legado imperecedero a su iglesia en el Nuevo Testamento. Dios eligió el medio más eficiente de transmitirnos una representación de su mente: la Biblia, garantizada su inerrancia por la agencia del Espíritu Santo. “Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios” (I Co.2:11). Según la Escritura cuando Dios Padre envió a su Verbo, igualmente envía su Espíritu. Cristo se manifiesta como la imagen visible de Dios invisible, pero es el ministerio del Espíritu Santo quien lo revela, aunque el Espíritu nunca se revela a sí mismo.

LA EXISTENCIA Y NATURALEZA DE DIOS

LA EXISTENCIA Y NATURALEZA DE DIOS


Solamente le basta al hombre observar a su alrededor la magnificencia de los cielos, la belleza de la tierra y la increíble variedad e inteligencia en el diseño de la naturaleza para llegar a la conclusión de que todas estas cosas no surgieron de la nada. El universo tiene un Creador. Aún desde la antigüedad todas las naciones han creído, desde sus particulares cosmovisiones, lo que el salmista declaró “Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Sal-19:1).

En cada época de la humanidad la creencia en Dios ha venido a ser el fundamento sobre el que se basa toda religión. Desde los tiempos de la antigua Grecia hasta civilizaciones como los aztecas, mayas y los incas del Perú, los hombres han erigido altares y efectuado sacrificios rindiendo homenaje de forma natural a la Deidad que ha creado y sustenta el universo que conocemos: Desconocido, Invisible, Sin forma, la Causa de las causas. ¿Cómo explicar esta creencia universal? ¿Qué podemos saber con respecto a la Divinidad? Solamente Dios puede revelarse al hombre, ya sea por medio de la naturaleza (Sal.19:1), en la constitución del hombre ; y a través de una revelación culminante y perfecta: el Verbo encarnado , nuestro Señor Jesucristo y su Palabra escrita: la Biblia, inspirada por el Espíritu Santo que glorifica a Cristo.

LA IDEA DE DIOS ES INTUITIVA.

El ser humano es un individuo religioso por naturaleza. El hombre es convidado al dialogo con su Creador desde su mismo nacimiento, ya que el debe su existencia al amor divino y por este mismo es sustentada y preservada su vida y no llega a la plenitud de su existencia hasta que reconoce libre y conscientemente a su Creador y se entrega a El por medio de su Hijo unigénito. “…y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación; para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos (Hch.17:26-28). En estos textos encontramos que hay tres factores importantes en el conocimiento de Dios:
1) La razón intuitiva, o la facultad de comprensión inmediata en el hombre que lo capacita para conocer a Dios

2) La revelación natural, o presentación de la verdad a la razón intuitiva que es la ley natural de Dios en todos los seres humanos como luz que alumbra a todo hombre en este mundo Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio (Ro.2:14-16).

3) Y la unión de los dos factores antes mencionados en la idea de un Dios universal.

EL TESTIMONIO DE LAS ESCRITURAS.

Es de gran significado que la Revelación Escrita comience con las Palabras: “En el principio creó Dios”. Su existencia se asume sin hacer ningún intento de probarla. Las Escrituras aseguran que hay en la naturaleza humana una consciencia de un Ser Supremo y en consecuencia apela a la ley divina escrita en sus corazones. La Palabra declara que “es en Dios en El que vivimos y nos movemos y que formamos parte de su linaje” (Hch.17:27-28). La revelación es tan intuitiva y natural en el ser humano que el apóstol Pablo declara que la humanidad se encuentra sin excusa delante de Dios Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. “Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido (Ro 1.20-21).

El único ateísmo reconocido por la Escritura es el ateísmo práctico generado desde una mente réproba y una voluntad terca “Dice el necio en su corazón: No hay Dios. Se han corrompido, hacen obras abominables” (Sal 14.1). El ateo es aquel insensato que ha dicho en su corazón: ¡para mí no hay Dios!, o más específicamente: ¡yo no creo en el Dios de la Biblia! “Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen” (Ro 1.28).

La existencia de Dios es una verdad natural/intuitiva (Ro.2:14-15) y es revelada por medio de las Escrituras. Es imposible querer ignorar el hecho de que algunas verdades son intuitivas en parte y en parte se adquieren por medio de vivencias o por pura lógica. Tal es el caso de la existencia de Dios y los argumentos que lo confirman. Por tanto la existencia de lo divino es un dato inmediato en la conciencia moral y religiosa del hombre (Heb.10:2), incluso como ya hemos visto la Biblia por sí misma no argumenta sobre si existe o no Dios, ella es un producto de la mente de Dios, por tanto Dios es una Verdad que puede y debe ser demostrado con la razón (I P.3:15, II Tim.2:15).

La filosofía. Las pruebas que aporta la filosofía como ciencia no forman parte de la doctrina bíblica, pero no se deben desechar a un o soslayarse de forma absoluta. La filosofía es muy maltratada por la mayoría de los maestros en las congregaciones. Alfonso Ropero en su libro Filosofía y cristianismo declara al respecto:
La filosofía no nace en competencia con la revelación, sino paralela a ella y coincidente en muchos puntos como se observa en un estudio comparado del desarrollo del pensamiento hebreo y griego

Esta actitud no es totalmente injustificada pues en muchas ocasiones la teología se ha convertido en un instrumento de la filosofía contribuyendo de manera decisiva en la apostasía y el error hermenéutico. Por otra parte muchos predicadores y maestros justifican su fobia hacia la filosofía basados en las palabras del apóstol Pablo en su epístola a los colosenses en una lectura descontextualizada “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (Col 2.8)

EL CONTEXTO. La iglesia en Colosas enfrentaba varias crisis doctrinales bajo la influencia de maestros judaizantes, pero significativamente se veía afectada por los elementos de ocultismos de las religiones locales, sobre todo de aquellos elementos gnósticos en los siglos II y III. En este texto Pablo está alertando sobre el engaño por medio de vanas “filosofías y huecas sutilezas”, la palabra “filosofía” que emplea Pablo, tiene en este contexto la connotación o sentido de religión, ya que en la cultura y las formas religiosas existentes en la antigua Grecia expresaban sus creencias como filosofías. Sobre todo teniendo en cuenta que la región de Colosas estaba fuertemente influenciada por el movimiento filosófico de la época y era tan fuerte la interacción entre filosofía y las creencias religiosas que el mundo griego concebía cualquier sistema filosófico como un culto de misterio, o filosofía ocultista.

Tanto la teología como la filosofía deben mantener su autonomía, porque la filosofía se fundamente en la razón mientras que la teología cristiana se fundamenta en la fe, lo cual no impide que ambas disciplinas puedan interactuar. Muchas veces en la Biblia se utilizaron categorías filosóficas, como por ejemplo el Logos, en gr. λόγος significa: palabra, razón, causa, motivo, es un concepto tomado de la filosofía helenística, mas específicamente de la filosofía platónica. Este término es utilizado por los traductores de la Septuaginta referirse a la Palabra creadora de Dios: Jesucristo y en este sentido es asumida por la doctrina bíblica. Es la teología quien enriquece a la filosofía en referencia a aspectos de la existencia humana como lo son la pérdida del sentido último de la vida y de valores humanos, lo cual genera la desesperanza, el mal y el dolor, producto de los avances de una sociedad que pone toda su confianza en los avances tecnológicos. A continuación examinaremos tres aspectos que inciden en la necesidad de una argumentación sobre la existencia de Dios:

1.La frecuente declaración por parte de algunos predicadores y maestros de que la existencia de Dios no necesita en absoluto de argumentos es en muchas ocasiones mal interpretada y tiende a afirmar actitudes de incredulidad y escepticismo, tanto en los creyentes como en los no creyentes y esto puede afectar en parte la predicación del evangelio.

2.La Palabra de Dios nos enseña que la incredulidad pueda ser identificada claramente como insensatez y pecado.

3.Porque indudablemente hay categorías que aporta una filosofía que son coherentes con la intuición y el sentido común del que nos habla la Biblia como el camino por el cual nuestro intelecto transita en el razonamiento de la Revelación de Dios en Jesucristo.