lunes, 20 de septiembre de 2010

LA EXISTENCIA Y NATURALEZA DE DIOS

LA EXISTENCIA Y NATURALEZA DE DIOS


Solamente le basta al hombre observar a su alrededor la magnificencia de los cielos, la belleza de la tierra y la increíble variedad e inteligencia en el diseño de la naturaleza para llegar a la conclusión de que todas estas cosas no surgieron de la nada. El universo tiene un Creador. Aún desde la antigüedad todas las naciones han creído, desde sus particulares cosmovisiones, lo que el salmista declaró “Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Sal-19:1).

En cada época de la humanidad la creencia en Dios ha venido a ser el fundamento sobre el que se basa toda religión. Desde los tiempos de la antigua Grecia hasta civilizaciones como los aztecas, mayas y los incas del Perú, los hombres han erigido altares y efectuado sacrificios rindiendo homenaje de forma natural a la Deidad que ha creado y sustenta el universo que conocemos: Desconocido, Invisible, Sin forma, la Causa de las causas. ¿Cómo explicar esta creencia universal? ¿Qué podemos saber con respecto a la Divinidad? Solamente Dios puede revelarse al hombre, ya sea por medio de la naturaleza (Sal.19:1), en la constitución del hombre ; y a través de una revelación culminante y perfecta: el Verbo encarnado , nuestro Señor Jesucristo y su Palabra escrita: la Biblia, inspirada por el Espíritu Santo que glorifica a Cristo.

LA IDEA DE DIOS ES INTUITIVA.

El ser humano es un individuo religioso por naturaleza. El hombre es convidado al dialogo con su Creador desde su mismo nacimiento, ya que el debe su existencia al amor divino y por este mismo es sustentada y preservada su vida y no llega a la plenitud de su existencia hasta que reconoce libre y conscientemente a su Creador y se entrega a El por medio de su Hijo unigénito. “…y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación; para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos (Hch.17:26-28). En estos textos encontramos que hay tres factores importantes en el conocimiento de Dios:
1) La razón intuitiva, o la facultad de comprensión inmediata en el hombre que lo capacita para conocer a Dios

2) La revelación natural, o presentación de la verdad a la razón intuitiva que es la ley natural de Dios en todos los seres humanos como luz que alumbra a todo hombre en este mundo Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio (Ro.2:14-16).

3) Y la unión de los dos factores antes mencionados en la idea de un Dios universal.

EL TESTIMONIO DE LAS ESCRITURAS.

Es de gran significado que la Revelación Escrita comience con las Palabras: “En el principio creó Dios”. Su existencia se asume sin hacer ningún intento de probarla. Las Escrituras aseguran que hay en la naturaleza humana una consciencia de un Ser Supremo y en consecuencia apela a la ley divina escrita en sus corazones. La Palabra declara que “es en Dios en El que vivimos y nos movemos y que formamos parte de su linaje” (Hch.17:27-28). La revelación es tan intuitiva y natural en el ser humano que el apóstol Pablo declara que la humanidad se encuentra sin excusa delante de Dios Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. “Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido (Ro 1.20-21).

El único ateísmo reconocido por la Escritura es el ateísmo práctico generado desde una mente réproba y una voluntad terca “Dice el necio en su corazón: No hay Dios. Se han corrompido, hacen obras abominables” (Sal 14.1). El ateo es aquel insensato que ha dicho en su corazón: ¡para mí no hay Dios!, o más específicamente: ¡yo no creo en el Dios de la Biblia! “Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen” (Ro 1.28).

La existencia de Dios es una verdad natural/intuitiva (Ro.2:14-15) y es revelada por medio de las Escrituras. Es imposible querer ignorar el hecho de que algunas verdades son intuitivas en parte y en parte se adquieren por medio de vivencias o por pura lógica. Tal es el caso de la existencia de Dios y los argumentos que lo confirman. Por tanto la existencia de lo divino es un dato inmediato en la conciencia moral y religiosa del hombre (Heb.10:2), incluso como ya hemos visto la Biblia por sí misma no argumenta sobre si existe o no Dios, ella es un producto de la mente de Dios, por tanto Dios es una Verdad que puede y debe ser demostrado con la razón (I P.3:15, II Tim.2:15).

La filosofía. Las pruebas que aporta la filosofía como ciencia no forman parte de la doctrina bíblica, pero no se deben desechar a un o soslayarse de forma absoluta. La filosofía es muy maltratada por la mayoría de los maestros en las congregaciones. Alfonso Ropero en su libro Filosofía y cristianismo declara al respecto:
La filosofía no nace en competencia con la revelación, sino paralela a ella y coincidente en muchos puntos como se observa en un estudio comparado del desarrollo del pensamiento hebreo y griego

Esta actitud no es totalmente injustificada pues en muchas ocasiones la teología se ha convertido en un instrumento de la filosofía contribuyendo de manera decisiva en la apostasía y el error hermenéutico. Por otra parte muchos predicadores y maestros justifican su fobia hacia la filosofía basados en las palabras del apóstol Pablo en su epístola a los colosenses en una lectura descontextualizada “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (Col 2.8)

EL CONTEXTO. La iglesia en Colosas enfrentaba varias crisis doctrinales bajo la influencia de maestros judaizantes, pero significativamente se veía afectada por los elementos de ocultismos de las religiones locales, sobre todo de aquellos elementos gnósticos en los siglos II y III. En este texto Pablo está alertando sobre el engaño por medio de vanas “filosofías y huecas sutilezas”, la palabra “filosofía” que emplea Pablo, tiene en este contexto la connotación o sentido de religión, ya que en la cultura y las formas religiosas existentes en la antigua Grecia expresaban sus creencias como filosofías. Sobre todo teniendo en cuenta que la región de Colosas estaba fuertemente influenciada por el movimiento filosófico de la época y era tan fuerte la interacción entre filosofía y las creencias religiosas que el mundo griego concebía cualquier sistema filosófico como un culto de misterio, o filosofía ocultista.

Tanto la teología como la filosofía deben mantener su autonomía, porque la filosofía se fundamente en la razón mientras que la teología cristiana se fundamenta en la fe, lo cual no impide que ambas disciplinas puedan interactuar. Muchas veces en la Biblia se utilizaron categorías filosóficas, como por ejemplo el Logos, en gr. λόγος significa: palabra, razón, causa, motivo, es un concepto tomado de la filosofía helenística, mas específicamente de la filosofía platónica. Este término es utilizado por los traductores de la Septuaginta referirse a la Palabra creadora de Dios: Jesucristo y en este sentido es asumida por la doctrina bíblica. Es la teología quien enriquece a la filosofía en referencia a aspectos de la existencia humana como lo son la pérdida del sentido último de la vida y de valores humanos, lo cual genera la desesperanza, el mal y el dolor, producto de los avances de una sociedad que pone toda su confianza en los avances tecnológicos. A continuación examinaremos tres aspectos que inciden en la necesidad de una argumentación sobre la existencia de Dios:

1.La frecuente declaración por parte de algunos predicadores y maestros de que la existencia de Dios no necesita en absoluto de argumentos es en muchas ocasiones mal interpretada y tiende a afirmar actitudes de incredulidad y escepticismo, tanto en los creyentes como en los no creyentes y esto puede afectar en parte la predicación del evangelio.

2.La Palabra de Dios nos enseña que la incredulidad pueda ser identificada claramente como insensatez y pecado.

3.Porque indudablemente hay categorías que aporta una filosofía que son coherentes con la intuición y el sentido común del que nos habla la Biblia como el camino por el cual nuestro intelecto transita en el razonamiento de la Revelación de Dios en Jesucristo.

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