martes, 2 de marzo de 2010

Bautizo Domingo 28 Febrero 2010


Creemos en la doctrina bíblica sobre el sacrificio expiatorio efectuado por Cristo

Creemos en la doctrina bíblica sobre el sacrificio expiatorio efectuado por Cristo

“Y el sacerdote hará expiación por toda la congregación de los hijos de Israel; y les será perdonado, porque yerro es; y ellos traerán sus ofrendas, ofrenda encendida a Jehová, y sus expiaciones delante de Jehová por sus yerros” (Nm.15:25)

“Diciendo primero: Sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron (las cuales cosas se ofrecen según la ley)” (Heb.10:8)

“pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados,… porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados” (Heb.10:12-16)


Al igual que las demás verdades bíblicas la doctrina sobre la expiación fue revelada por el Espíritu Santo de forma gradual por medio de los sacrificios según la ley como tipo o sombra del sacrificio de Cristo y las profecías del Antiguo Testamento. En la etapa patriarcal tanto el altar como los sacrificios fueron los elementos básicos de la adoración como expresión de la dependencia a nuestro Creador. Al quedar instituida la ley mosaica los sacrificios sangrientos tenían un doble propósito: representaban la purificación y perdón de los pecados cometidos por el pueblo de Israel y que esta expiación solo podía ser aceptable a Dios mediante la muerte. La disposición de efectuar sacrificios de animales apuntaba desde el antiguo pacto hacia el sacrificio sangriento de Jesús en el Calvario como ante-tipo del Cordero de Dios (Jn.1:29) inmolado eficazmente de una vez y para siempre para limpiar los pecados de toda la humanidad y satisfacer la santidad de Dios y su ley.

En el Antiguo Testamento para expresar la idea de la expiación en la Biblia se utiliza la palabra hebrea “kaphar” (cubrir) que significa procurar la propiciación de Dios mediante un sacrificio sangriento para lograr el perdón y purificación del pecador desagraviando la justicia divina, de esta forma se llegaba a la reconciliación con Dios. En el Nuevo Testamento se produce el perfecto completamiento de la doctrina tal como lo expresa el termino griego “ilaskomai” que significa el ser propicio a Dios mediante el sufrimiento cruento y la muerte como ofrenda viva. Es el profeta Isaías quien mediante su profecía del siervo de Jehová describe más ampliamente el tipo del sacrificio expiatorio de Jesús en la cruz: “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (Is.53:4-5).

Jesucristo murió conforme a lo profetizado en las Escrituras, al morir voluntariamente por nosotros su sacrificio no fue producto únicamente de las circunstancias que rodearon su vida, su muerte tiene un claro propósito sacrificial y propiciatorio según la voluntad divina (Jn.3:16-17) tal como lo enseña el Nuevo Testamento, los pasajes análogos que confirman esta profecía son:

(Mt.8:17) “para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias”,

(Lc.24:27) “Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían”

(Lc.24.46-47) “Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones”

(1 Ped.1:1)1 “escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo”

(1 Ped.2:24) “quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados”


(Ro.4:25) “el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.

Como podemos constatar en estos pasajes los sufrimientos y muerte expiatorios de Jesús son considerados doctrinalmente por los siguientes términos que abarcan sus beneficios al pecador sinceramente arrepentido y obediente: propiciación: obtener el favor de Dios mediante la satisfacción de la injusticia que constituye el pecado ante la naturaleza santa de Dios (1 Jn.2:2, 4:10), redención: pagar precio por rescate, comprar de nuevo al pecador de la esclavitud de Satanás y de la condenación (Ro.3:24, 1 Co.6:20, Gá.3:13, Mt.20:28, 1 Tim.2:26) y reconciliación: cambiar de un estado de enemistad a uno de amistad con Dios (Ro.5:10-11, Col.1:20-22). El alcance del sacrificio expiatorio de Jesucristo es universal por pura gracia como provisión para toda la humanidad pecadora, pero no significa que todos alcancen la redención en Cristo ya que la salvación y la promesa de vida eterna en el Reino de los cielos es de un carácter especialmente condicionado a cada individuo de acuerdo al cumplimiento o no de las exigencias bíblicas del evangelio: Fe, Arrepentimiento, Confesión, Bautismo, Santidad, Perseverancia, Crecimiento y Fidelidad hasta la muerte física.


Reflexiones Biblicas

UN MAESTRO DESLENGUADO.
“¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre.Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica” (Stg.3:13-15)
“La boca del justo habla sabiduría, Y su lengua habla justicia” (Sal.37:30)

Un maestro es aquel que posee el don dado por el Espíritu Santo que lo capacita para instruir al pueblo de Dios, por tanto el oficio de maestro en la iglesia no es dado por los hombres, ni por criterios e intereses particulares, ni por la ambición de enseñar que pueda experimentar aquel que aspire a tan noble tarea, es un don o capacidad que solo puede propiciar Dios. Hace poco tuve la oportunidad de presenciar como un supuesto “predicador” de la Palabra con ínfulas de ser maestro afirmó con su lengua, sin temblarle la voz, que “la doctrina de la autonomía no existía, que era puro cuento y bobería” (cita literal), pero esto es de esperarse, después de todo estas cosas pasan con un propósito, en este caso particular para mí fue el de poder comprobar en la práctica el porqué del empeño del apóstol Santiago de conectar a aquellos que ambicionan el ser maestros y el gobierno de la lengua.

Entre las calificaciones y requisitos para el oficio de maestro en la iglesia es indispensable que el que haya sido verdaderamente agraciado por este don o atributo divino y llamado por Dios a ejercerlo sea ante todo un hombre sabio, humilde y fiel a la Palabra que pretende enseñar. Les invito a que analicemos juntos estos tres requisitos básicos que adornan a un autentico maestro en la congregación. La sabiduría no tiene su asiento en la capacidad intelectual, ni en pomposos títulos académicos, ni en sabiduría de palabras que por cierto hacen vana la cruz de Cristo (1 Cor.1:17) la sabiduría para el cristiano tiene su principio en el temor de Dios, que se manifiesta en el cumplimiento de sus mandamientos, eso es lo que nos define como verdaderos hombres de Dios (Ecl.12: 13)
¿Cómo es posible que uno que pretenda ser maestro de la Palabra divina no crea en ella? ¿Cómo es posible que dude, censure, y juzgue la Palabra que está destinado a juzgarle en el día final?, el que hace tales cosas conforme a su pervertida sabiduría humana y quiere “hacerse maestro” atrae sobre si doble condenación (Stg.3:1), el apóstol Santiago nos enseña que el hombre que duda y reniega de la Palabra donde ha depositado su fe es un hombre de doble animo e inconstante en todo lo que emprende (Stg.1:1-8), el término “doble animo” es sinónimo de insinceridad, de hipocresía, su doblez moral consiste en aparentar una vana religiosidad y a la vez conducirse según sus intereses mundanos en búsqueda de gloria y reconocimiento personal aunque entren en contradicción flagrante con los mandamientos de Dios. La única gloria del cristiano en su condición de servidor de Dios es la sencillez y la sinceridad no conforme a la sabiduría humana sino a la divina (2 Cor.1:12) “Porque nuestra gloria es esta: el testimonio de nuestra conciencia, que con sencillez y sinceridad de Dios, no con sabiduría humana, sino con la gracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo, y mucho más con vosotros”.

Para Santiago Sabiduría y Humildad constituyen un binomio indispensable para el oficio de maestro, sabiduría/humildad son dos virtudes inseparables que se retroalimentan entre si, a medida que adquirimos sabiduría por medio del conocimiento de Dios seremos más humildes y reverentes ante la revelación bíblica y estas virtudes garantizaran a su vez nuestra fidelidad incondicional a la Palabra que como maestros debemos transmitir íntegramente a nuestras congregaciones.

Los que afrentan con su lengua de iniquidad a la Palabra de Dios queriendo hacer maestros e ignorar y despreciar las doctrinas que el Verdadero Señor de la iglesia a instituido como patrón de organización para su pueblo no persiguen otros fines que el lucro, gloria personal y el enriquecimiento mediante el monopolio del poder que solo tiene Cristo ganado con su sangre, ¡que Dios se apiade de sus almas y que algún día puedan encontrar el primer amor, …. Si es que alguna vez lo experimentaron…!