lunes, 28 de diciembre de 2009

Textos para estudio y meditación.

“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar… y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mt.11.28–30).
“Pero los que hemos creído entramos en el reposo, de la manera que dijo: Por tanto, juré en mi ira, No entrarán en mi reposo; aunque las obras suyas estaban acabadas desde la fundación del mundo” (Heb.4.3)


El apartar tiempo para Dios, estudiar tranquilamente su Palabra y meditar concienzudamente en sus enseñanzas constituyen disciplinas espirituales que nos hacen crecer interiormente, sosegando y descansando nuestra mente y alimentando nuestra fe y saturando de lo divino nuestras almas sedientas. Por la fe en nuestro Redentor los cristianos podemos acceder al reposo prometido por Dios, porque El es nuestra paz. El reposo del cristiano, según la doctrina bíblica significa alivio al cansancio espiritual, plena libertad para el alma, satisfacción y gozo después de batallar duramente contra los retos que enfrentamos en este mundo y que nos afectan en el plano emocional, intelectual y volitivo.

Cuando dialogamos con Dios (orar) mediante su Palabra el pone un espejo ante nosotros donde se refleja nuestro verdadero rostro, el revela nuestro interior iluminando los rincones más oscuros de nuestra alma, nuestras flaquezas y debilidades. Yendo aún más lejos pudiéramos describir este tiempo como el tiempo en que Dios desnuda nuestras almas, con el propósito esencial de facilitar el re-descubrirnos a nosotros mismos para enseñarnos sin ningún tipo de tapujo las miserias de nuestro espíritu y la necesidad de ser transformados en la persona que El realmente desea que seamos.
El cristiano debe anhelar escuchar a Dios, oír su voluntad.

“Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones” (Heb.4.7)
“a los cuales él dijo: Este es el reposo; dad reposo al cansado; y este es el refrigerio; mas no quisieron oír” (Is.28.12)
“En la ley está escrito: En otras lenguas y con otros labios hablaré a este pueblo; y ni aun así me oirán, dice el Señor” (1 Co.14.21).
Queremos que El hable a nuestras vidas y nos guie en esta transformación. Nuestro Creador conoce cada corazón y actuará en conformidad a los propósitos más íntimos para que seamos transformados. Con la lectura y meditación de la Palabra adquirimos no solamente información, sino que incorporamos a nuestra visión de la vida una cultura bíblica que nos ayudará a confrontar los retos de este mundo. Esta visión a través de las doctrinas escriturales es lo que marca el significado de nuestro proyecto de vida, de nuestro nuevo estilo de vivir y lo necesario que es poder percibir el actuar de Dios en la historia. Lo mejor de este tiempo que nos ha tocado vivir es que esta nueva forma de asimilar la vida es un regalo de Dios imprescindible para nuestra transformación, porque no es una visión particular, a partir del seguimiento de Cristo empezamos a hablar y obrar desde la visión de Dios.

El principal provecho que se deriva del estudio y la meditación de la Palabra, y de la oración y el ayuno es principalmente la capacidad de poder re-ordenar, re-direccionar nuevamente nuestra manera de pensar y actuar conforme a la mente de Dios La palabra de Dios que se atesora en nuestros corazones nos proporcionan una guía inmejorable junto con la inapreciable ayuda del Espíritu Santo en la tarea de lograr una mejor calidad vida espiritual, paz mental, confianza, sosiego, incluso gozo.

Control en el área emocional.

Generalmente reaccionamos mal ante determinadas situaciones existenciales que pueden demandar un extra de nuestra paciencia y dominio propio, por ejemplo tendemos a responder apresuradamente y no calculamos bien las consecuencias que esto nos pueda traer en las relaciones con los demás. La Biblia nos brinda su ayuda de forma efectiva, primeramente enseñándonos que el responder apresuradamente y no poseer dominio propio representan debilidades en nuestro carácter, por tanto constituyen pecados que deben ser desarraigados de nuestras mentes y de nuestras bocas. En la epístola de Santiago (3:2) encontramos la siguiente pauta de comportamiento: “…Si alguno no ofende en palabra, este es varón perfecto,…” la Palabra de Dios tiene el poder de actuar en nuestro intelecto, en nuestra conciencia y en nuestra voluntad, por tanto debemos de asumir esta enseñanza primeramente identificando el origen de los problemas que entorpecen nuestras relaciones inter-personales y apreciar en su justa magnitud las consecuencias altamente negativas de hablar sin tomar en cuenta las palabras que escogemos y el sentido de las mismas, así como el lugar y momento apropiados de pronunciarlas.

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