miércoles, 16 de marzo de 2011

EL MISTERIO DE LA ENCARNACIÓN


Hay un factor común en todos los sistemas de creencias que estructuran las religiones que conocemos en nuestros días: el admitir que todo lo visible e invisible que nos rodea, incluyéndonos como parte culminante de la creación, es obra de una divinidad, a la cual estamos sujetos tanto en el acto de obedecerle, servirle y adorarle.

Para facilitar la cuestión metodológica de este tratado quisiera tomar como referencia la conceptualización de “religiones abrahámicas” que algunos expertos en el tema utilizan para referirse al judaísmo, el cristianismo y el islamismo por el hecho de ser religiones monoteístas que tienen como tronco común a Abraham como padre de todas las naciones, afirmación avalada por la Escritura. Reduciendo aún más el campo de elementos teológicos comunes es en las religiones judía y cristiana donde se enfatiza de manera muy singular que la relación con este Único y Verdadero Dios es de carácter personal.

Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento ponen de relieve que Dios Creador y Padre no se restringe a su trascendencia, sino que es un Dios comprometido hasta la medula con su creación, es también un Dios inmanente, ha escogido a su pueblo primogénito y camina con su pueblo, habla con su pueblo y se manifiesta en medio de el por medio de sus profetas y la ley, esta verdad es algo que compartimos judíos y cristianos.


En la fe cristiana y el conjunto de doctrinas neotestamentarias sobre la naturaleza del Dios Único en el Nuevo Testamento se registra un evento que distingue definitivamente al cristianismo de todas las religiones monoteístas y politeístas hasta el momento conocidas, incluyendo la Judía: Jesucristo el Verbo encarnado por obra y gracia del Espíritu Santo, el único camino para llegar a Dios, Dios mismo hecho hombre pleno en la persona de Jesús de Nazaret, es Dios encarnado en nuestra débil y nada digna humanidad. Entonces podemos afirmar que es el misterio de la encarnación el sello sublime que identifica y distingue la fe cristiana y consecuentemente la forma de relacionarnos con el Dios Creador y Padre en el poder de su Espíritu.


El Dios de los cristianos, el Dios que describe la Biblia no es un Dios de “balcón” cuyo papel se reduce a ser un simple espectador, de ninguna manera es un Dios que le ha dado cuerda a nuestro planeta como si fuera un reloj y se ha alejado en el infinito para observar impasible desde la inalcanzable altura de los cielos la marcha de la historia humana.

Muchas religiones, sobre todo las llamadas “religiones orientalistas” como el yoga, budismo, etc. tienen una visión diferente del Dios que nos muestra la Biblia, para sus creyentes no existe la idea de un Dios personal que dialoga e interactúa con sus adoradores. Estas religiones comparten en su gran mayoría un credo fundamental que está situado en el otro extremo de la fe cristiana, para estos creyentes su percepción es que Dios es un ser inaccesible, divorciado de la tragedia humana, por tanto el éxtasis y las experiencias extra corporales constituyen el camino a la felicidad y tienen como objetivo primario aislar al creyente del sufrimiento sumergiéndolo en una total indiferencia a la realidad que lo rodea.

A partir de este presupuesto trascendente, de una divinidad inaccesible entonces la búsqueda de comunión con Dios como vinculo y fuente de bendiciones, paz y perfeccionamiento de los creyentes en estas religiones deja de centrarse en la búsqueda de una apasionada, estrecha e íntima relación personal y es sustituida por un aparente trance o grado de éxtasis escapista que aparentemente transporta más allá del bien y el mal a tales practicantes, un estado en busca de la felicidad que posibilita el no sentir preocupaciones, debilidades o temores, pasión o exaltación que constituyen sentimientos inherentes a la naturaleza humana.

Cuando hablamos de misterio es necesario puntualizar que desde la enseñanza bíblica el significado del término “misterio” no implica “algo” o “alguien” totalmente desconocido, sino que se hace referencia a una verdad oculta desde el principio de los tiempos que es imposible desentrañar por medio del intelecto humano, sino que es dada a conocer por gracia a los que profesan la fe en el Dios de la Biblia, este medio o verdad donde es revelado el misterio de Dios no es otro que Cristo (Col.1:26) “el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos”



Si revisamos algunos relatos que describen las relaciones de algunas deidades con sus creyentes podemos apreciar, para citar un ejemplo al mitológico Dios Zeus que no puede descender desde el monte Olimpo y mezclarse con los humanos, el Dios de los cristianos, el Dios “que creó todas las cosas” desciende y se convierte en uno de nosotros, en un mortal de carne y hueso en la persona de Jesús (1 Tim.3.16) “E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, Justificado en el Espíritu, Visto de los ángeles, Predicado a los gentiles, Creído en el mundo, Recibido arriba en gloria”.



Es sumamente importante detenernos en la connotación de la frase bíblica “manifestado en carne”, y podemos apreciar que en el evangelio según Juan la idea es aún más directa y explicita “Y aquel verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros…lleno de gracia y verdad” (Jn.1:14), por tanto en el contexto de estas afirmaciones el “hacerse carne” en el sentido bíblico significa asumir un cuerpo humano, el Hijo de Dios asumió no solamente un cuerpo humano sino toda la contingencia propia de nuestra naturaleza humana. La Biblia nos enseña sin dejar ningún resquicio, que el plan de salvación inexorablemente incluía la encarnación. Pero el nudo del problema teológico que nos plantea el evento de la encarnación y que ha generado muchas herejías y conflictos para aquellos que no aceptan la doctrina del Dios Trino es el ¿Cómo? de la encarnación en referencia a la divinidad y la humanidad del Redentor. ¿Cómo las dos naturalezas, la divina y la humana subsistieron en la persona de Jesús de Nazaret, el Cristo?

Ante estos cuestionamientos a lo largo de la historia del cristianismo encontramos diferentes interpretaciones erróneas sobre la divinidad/humanidad de Jesús.

Desde el mismo comienzo del cristianismo surgieron en el seno de la iglesia falsas doctrinas como la gnóstica, que encontraba intolerable la encarnación y enunciaba que la humanidad de Jesús no era más que una apariencia, otra variante que pretendía dilucidar el misterio era el adopcionismo, que predicaba que Jesús aunque concebido milagrosamente, no era más que un hombre común hasta su bautismo, cuando el Espíritu Santo le hizo Hijo de Dios “por adopción” y no reconocían ninguna relación divina entre el Padre y el Hijo, la doctrina de los patripasianos: ellos creían en la divinidad de Cristo, pero consideraban la Trinidad como las tres “manifestaciones”, o “modos” (modalismo) de un único ser divino, proclamaban que el Padre había venido a la Tierra y había sufrido y muerto bajo la “apariencia” del Hijo, y el arrianismo que rechazaba la divinidad de Jesús y lo concebían como una criatura más, esta última corriente es la que más fuertemente está presente en la teología racionalista o liberal de nuestros días que nos deja solamente al Jesús humano, al Cristo histórico.

Las circunstancias y posibilidades.

Ahora bien, tenemos el punto sobre la inmutabilidad de Dios, un Dios cuya existencia es eterna, este atributo de la Deidad pudiera parecer contrario al misterio de la encarnación, pero no podemos obviar que también existen otros atributos o características de Dios que en la Biblia nos orientan y clarifican sobre el tema: Dios es todopoderoso, para El no hay nada imposible, por tanto para Dios no existió ninguna limitante en el momento en que, por su soberana voluntad, decidió asumir la humanidad en Jesús, un hombre concreto a pesar de haber sido concebido milagrosamente por obra y gracia del Espíritu Santo, sin por eso dejar de ser Dios. Aquí ya hemos aclarado la posibilidad de Dios, pero también la Biblia anuncia el motivo de Dios: el intenso amor hacia su creación, el apóstol Juan declara: “Dios es amor”

El motivo.


La Biblia nos enseña otra de las características esenciales de la Deidad, y es que Dios como Espíritu, es Amor. El Amor de Dios padre y Creador es un amor que no conoce fronteras, El ama apasionadamente a toda la humanidad y movido por este intenso Amor es que decide hacerse hombre y habitar entre su pueblo escogido.

La imagen de Dios en el hombre.

El autor del Salmo 8 hace una declaración impresionante: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, Y el hijo del hombre, para que lo visites? Le has hecho poco menor que los ángeles, lo coronaste de gloria y de honra. Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; Todo lo pusiste debajo de sus pies:Ovejas y bueyes, todo ello, Y asimismo las bestias del campo (Sal.8:4-7). El salmista vincula la indiscutible autoridad de Dios sobre su creación, es por tanto el Señor de la historia humana e incluye en el marco de la creación la gloria humana.

Esta declaración del Salmo 8 nos lleva a la inevitable pregunta ¿y cuál es la gloria del hombre como culminación de la creación divina?


La gloria y la honra del hombre es que lleva en si la imagen y semejanza de su Creador. Si el hombre no hubiera sido dotado con la imagen y semejanza de Dios no pudiera enseñorearse sobre todas las obras de Dios y dominar mediante la ciencia y la técnica el entorno que lo rodea en su beneficio.

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