domingo, 13 de noviembre de 2011

Algo sobre la música: Evidencias históricas y bíblicas.

Es un hecho histórico irrebatible que en el culto cristiano solamente se practicaba el canto por medio de la vocalización o música monódica, o sea, a una sola voz (el unísono o la octava). En todas las edades de la humanidad todos los estudiosos y especialista del tema en el marco de la historia de la música atestiguan de la evidencia, no solo bíblica, sino también histórica que el canto vocal o a capela fue la expresión litúrgica utilizada por los primeros cristianos desde el primer siglo de existencia de la iglesia.

Es importante tener en cuenta que a diferencia del uso del canto vocal en el arte cultual cristiano el arte profano desde sus comienzos se expresó casi invariablemente mediante los géneros cromáticos y de índole enharmónica (incluía cuartos de tono) de preferencia en ceremonias y propias de fiestas suntuosas en el palacio imperial donde los instrumentos por excelencia eran los “aulos” (antepasados del oboe o clarinete), cítaras (liras) y sobre todo órganos, estos instrumentos de tubos se habían convertido ya en el siglo VIII en la especialidad en Bizancio.

La música, y estamos hablando de la buena música, eleva el espíritu humano hacia lo trascendente y así enaltece el alma, pero también incita al oído al placer de los sentidos, de hecho esa era la principal motivación de la música profana o popular, tan antigua como la humanidad, propensa al alboroto y el enardecimiento sensual, donde se produce la inevitable reacción en cadena en la psiquis humana: los instrumentos excitan la voz al reforzarla y la deforman al ser excitada, esta es la razón de que de forma espontánea la música popular se una a la danza de forma recurrente.

Al constituirse el cristianismo la religión oficial del imperio este conflicto entre las dos formas de expresión musical, la cristiana y la popular es un problema activamente presente durante los diez siglos en que Roma era el ombligo del mundo conocido. La iglesia siempre guardó celosamente las características sacras propias de la música cristiana como expresión genuina de la fe, testimonio de ello lo da Clemente de Alejandría alrededor del 200

“Sólo necesitamos un instrumento: la voz que acarrea la paz…; para nada necesitamos el antiguo salterio, ni la trompeta, ni el címbalo, ni la flauta…” (Paedag. II)[1]
Dos siglos más tarde Juan Crisóstomo establece la diferencia entre la música sacra cristiana y la popular:
“Aquí no hay necesidad de citar, ni de plectro, no de ningún instrumento…, pero, si quieres puedes convertirte a ti mismo en instrumento crucificando tu carne y tratando de realizar con tu cuerpo una armonía perfecta” (Psalm., XLI, 2)

El canto a capela, (sin acompañamiento de instrumentos musicales)

Durante la historia de la iglesia siempre estuvo presente la necesidad de marcar la diferencia en cuanto a la música de la liturgia cristiana apartándola del uso de instrumentos y las danzas obscenas propias de las culturas paganas. Este problema sigue latente hasta nuestros días y es motivo de conflictos en el interior de la hermandad cristiana.

Del primer al segundo siglo el canto monódico a capella (en la capilla) caracterizaba e identificaba el culto cristiano y el contenido santo de la fe en contraposición de los desafueros de la música popular. Este tipo de canto se practicaba en las casas donde se reunía la iglesia del Señor (Hch12:12) y las iglesias de Antioquia, Efeso, Corinto, Alejandría, Cartago y Roma, manifestándose en los cánticos de Salmos, una herencia no desechable de la tradición judeo-cristiana, el canto de las letanías y el canto del Gloria in excelsis, amén de otros cantos cristianos.

El apóstol Pablo da testimonio de que la música cristiana desde sus inicios fue puramente vocal en el tiempo de los apóstoles, es por ese motivo que se puede observar que en el Nuevo Testamento nunca se menciona la utilización de instrumentos musicales, estos están claramente omitidos pues no eran de uso en el culto cristiano.

El canto vocal vertebraba todo el servicio cristiano y estaba al servicio del texto bíblico y consecuentemente con el mensaje divino para su iglesia: el partimiento del pan o Santa Cena al final del ágape en la iglesia primitiva y en las oraciones. A capela (italiano: a capella, 'como en la capilla’) es un estilo musical que se caracteriza por utilizar únicamente la voz de los cantantes para generar los sonidos de la melodía y la armonía, en lugar de recurrir al uso de instrumentos musicales. Este estilo musical está arraigado por su historicidad aún en la música popular y existen muchos grupos que han popularizado internacionalmente esta genuina expresión artística.

La música a capela es música vocal sin acompañamiento instrumental. El término a capela viene del italiano como en la capilla o al estilo de la capilla. El término es debido a las restricciones (que tomaron forma de disposición oficial) en el uso de instrumentos musicales en iglesias cristianas desde la introducción del canto gregoriano hasta bien entrado en medievo.

Un punto a favor de Gregorio.

El canto (al unísono o a varias voces) era algo común y distintivo entre los cristianos desde los primeros tiempos del establecimiento de la iglesia del Señor en Pentecostés. El primer trabajo serio sobre el ordenamiento y regulación del canto vocal corrió a cargo del Papa Gregorio Magno, quien en el año 600 d. C. ordenó que se recopilaran los escritos de los cánticos o himnos cristianos primitivos (conocidos también como Antífonas, Salmos o Himnos); dichas liturgias de alabanza a Dios eran celebradas en las antiguas catacumbas de Roma ya en el año 52 d. C al margen del gobierno romano que, por supuesto, se dedicaba a celebrar sólo fiestas paganas. En reconocimiento a su labor se denominó al canto vocal Antifonario como “canto gregoriano”, que es un tipo del “canto vocal llano o monódico”. El “Canto Gregoriano” no es inventado por el Papa Gregorio Magno, éste ya existía desde hacía mucho tiempo y desde el mismo origen de la iglesia y, pero el guía católico lo difunde y desarrolla dándole su nombre a este canto ancestral.

Estas antífonas fueron perdidas debido al cisma o diáspora de los ciudadanos romanos por las constantes guerras romano-bárbaras al tratar de catequizarlas (Edicto de Tesalónica). También contribuyeron los cambios de estructura de los cantos por personas que decidieron crear sus obras propias y gustos a la desaparición de estos documentos.

La música cristiana es una oración cantada con devoción.

Desde su nacimiento, la música cristiana fue una oración cantada, que debía realizarse no de manera puramente material, sino con devoción o, como lo decía San Pablo: «Cantando a Dios en vuestro corazón». El texto era pues la razón de ser del canto gregoriano. En realidad el canto del texto se basa en el principio de que, según san Agustín, «El que canta bien, ora dos veces». El canto gregoriano jamás podrá entenderse sin el texto, el cual tiene prelación sobre la melodía y es el que le da sentido a ésta. Por lo tanto, al interpretarlo, los cantores deben haber entendido muy bien el sentido del texto. En consecuencia, se debe evitar cualquier impostación de voz de tipo operístico en que se intente el lucimiento del intérprete. Del canto gregoriano es de donde proceden los modos gregorianos, que dan base a la música occidental. De ellos vienen los modos mayor y menor, y otros cinco menos conocidos.

El canto gregoriano es el ejemplo más claro de música a capela, al igual que la mayoría de la música vocal sagrada del renacimiento. El madrigal, dentro de la música profana fue también una forma de canto a cappella, hasta que a comienzos del barroco se le añadieron diferentes instrumentos. No solamente las iglesias de Cristo se han mantenido fieles a la música utilizada desde el inicio por la iglesia, también los Amish, la mayoría de las congregaciones de la iglesia católica y los cristianos ortodoxos del este (especialmente rusos y otros grupos eslavos) son cuerpos religiosos conocidos por realizar los oficios sin acompañamiento musical. Entre los grupos restauracionistas de EE. UU., Keith Lancaster formó un grupo llamado por antonomasia (a capela).

Textos bíblicos que evidencian que el canto en la iglesia primitiva era sin acompañamiento musical

Stg 5.13 ¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas.
Apoc 5.9 y cantaban un nuevo cántico…
Apoc 14.3 Y cantaban un cántico nuevo delante del trono,…
Apoc 15.3 Y cantan el cántico de Moisés siervo de Dios, y el cántico del Cordero,…
Efe 5.19 hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones;
Col 3.16 La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales.
Mat 26.30 Y cuando hubieron cantado el himno, salieron al monte de los Olivos.
Mar 14.26 Cuando hubieron cantado el himno, salieron al monte de los Olivos.
Hech 16.25 Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían.

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