martes, 3 de mayo de 2011

La Disciplina en la iglesia: Amor y Perdón a los que se arrepienten sinceramente.

La Disciplina en la iglesia: Amor y Perdón a los que se arrepienten sinceramente.

La iglesia es el reino de Dios en este mundo y esto ha sido posible mediante Jesucristo, es un lugar donde están permanentemente presentes el amor, la gracia y el perdón para los pecadores, pero esto no significa que dejemos de ser severos y firmes con las manifestaciones del pecado, aunque no dejemos de amar y perdonar al pecador.



Cualquier desorden o indisciplina pueden dañar el Cuerpo de Cristo, por eso la Biblia nos manda reprender al que cause tropiezos en la iglesia:

(Lc. 17: 3) “Dijo Jesús a sus discípulos: Imposible es que no vengan tropiezos; mas ¡ay de aquel por quien vienen! Mejor le fuera que se le atase al cuello una piedra de molino y se le arrojase al mar, que hacer tropezar a uno de estos pequeñitos. Mirad por vosotros mismos. Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me arrepiento; perdónale”



Si un hermano peca estamos obligados a reprenderle, y si se arrepiente es nuestro deber perdonarle en el orden personal, nunca debemos negarle el perdón a un hermano que se arrepiente sinceramente, pero la Palabra de Dios es bien terminante en lo que se refiere a la actitud del pecador: 1- debe confesar públicamente su pecado, 2- debe arrepentirse sinceramente 3- debe pedir perdón por sus faltas y hacerse el firme propósito de enmendar sus errores. El numero setenta veces siete significa la perfección de Dios, el perdón perfecto de Dios que nos enseña que debemos de ser pacientes y misericordiosos a la hora de reprender a un hermano, pero no significa una licencia para seguir pecando, ni que nos convirtamos en creyentes permisivos ante lo incorrecto, cuando un creyente practica sistemáticamente el pecado deja de ser hijo de Dios y está abusando de la misericordia de nuestro Señor y de sus hermanos.



(Ro 16.17-19) “Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos. Porque tales personas no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios vientres, y con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos”



La Biblia es especialmente severa con aquellos que con su conducta provocan “divisiones y tropiezos” y no obedecen la doctrina de Cristo, y la doctrina de Cristo abarca todos los mandamientos y deberes de cada creyente, tal y como están registrados en el Nuevo Testamento. Las divisiones son producidas por muchas vías: desde la falta de fe y amor, hasta la introducción de falsas doctrinas, todas las manifestaciones pecaminosas van contra las enseñanzas de Cristo. La Palabra de Dios nos deja bien claro que “tales personas” ya no son siervos de Dios y que en consecuencia debemos actuar con amor, pero con mucha firmeza, y con la lengua pueden provocar más daño entre el resto de la grey aprovechándose de la bondad y la ingenuidad de sus hermanos.



¿Cómo debemos actuar, hasta donde debemos ser severos? Debemos actuar según la Escritura y ser severos con la intensidad y de la forma que la Palabra nos indica, porque de ello depende no solo la unidad y la integridad de la iglesia sino nuestro testimonio ante el mundo:



(1 Co 5.11-13) “Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis. Porque ¿qué razón tendría yo para juzgar a los que están fuera? ¿No juzgáis vosotros a los que están dentro?”



La Palabra de Dios es la que juzga al mundo con justo juicio, si la iglesia tiene como guía de fe y practica la Escritura entonces no podemos permitir que aquellos se llaman “hermanos de la fe” lleven una vida desordenada y sigan dentro del Cuerpo de Cristo sin arrepentirse y cambiar, ¿qué referencia moral respalda la novedad en nuestras vidas si los que están fuera pueden ver tinieblas en nuestro testimonio como iglesia? El apóstol es radical, no tenemos nada en común con aquellos que deshonran continuamente el nombre de Cristo, el Espíritu Santo deja bien claro que no debemos tener comunión con ellos, porque ya ellos primeramente han roto el vínculo perfecto de amor que une a los miembros del Cuerpo y con Cristo mismo. La lista de sus fechorías está en términos muy claros: fornicación, avaricia, idolatría, maledicencia, borracheras, robos.



(2 Tes 3.6-8). “Pero os ordenamos, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que os apartéis de todo hermano que ande desordenadamente, y no según la enseñanza que recibisteis de nosotros. Porque vosotros mismos sabéis de qué manera debéis imitarnos; pues nosotros no anduvimos desordenadamente entre vosotros, ni comimos de balde el pan de nadie”

Aquí hay un mandamiento expreso: “en el nombre de nuestro Señor Jesucristo”, bajo la autoridad de Cristo, bajo su potestad como Cabeza de la iglesia debemos apartarnos de estos falsos “hermanos”, tenemos el ejemplo de Cristo, de su vida, tenemos el ejemplo de vida de los apóstoles quienes fueron inspirados por el Espíritu de Dios para dejar por escrito todas las normas de conducta que recibimos de ellos y que como cristianos debemos observar, y si estos que dicen llamarse “hermanos” no ordenan sus vidas conforme a la voluntad de Dios y persisten en pecar intencionalmente, entonces ellos deben ser declarados fuera de comunión por orden expresa de Cristo.



(Ro 2.4-7) “¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento? Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, el cual pagará a cada uno conforme a sus obras”



La benignidad (clemencia, indulgencia) de Dios es la que nos guía al arrepentimiento, el arrepentimiento significa un cambio de mente. Algunos creen que la misericordia divina no tiene un término y que se prolongará de forma indefinida, la Biblia enseña lo contrario: hay un día del juicio final y definitivo y este juicio aún no se ha efectuado para que todos procedan al arrepentimiento. Pero a los que han endurecido sus conciencias y no hay arrepentimiento en sus corazones solo están acumulando ira para el día de la ira.



Pero siempre hay una solución: Cristo. Dios aborrece al pecado pero ama al pecador, si nos arrepentimos y confesamos nuestros pecados encontraremos la plenitud de la gracia divina: (Os 14.4) “Yo sanaré su rebelión, los amaré de pura gracia; porque mi ira se apartó de ellos”

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