viernes, 18 de diciembre de 2009

Crecimiento Espiritual 2

A.¿Quién verdaderamente conoce a Dios? ¿Por qué? El que verdaderamente conoce a Dios es el que lo hace mediante su Hijo, en el poder del Espíritu divino recibido por gracia y don inmerecido, porque solo en Jesucristo es posible conocer al Padre. Pero conocerle no es una mera aceptación intelectual/emocional de que existe Dios y que Jesús es la plena y perfecta revelación de Dios para la humanidad, este conocimiento intelectual (sabiduría o ciencia) solamente no basta para conocer a Dios. Para conocer a Dios es necesario que primeramente seamos hechos conforme a la imagen de Cristo, el cual es la imagen de Dios y llevar su yugo en sumisión y obediencia total, entonces sí podemos conocer al Padre y conocer a Dios implica adorarle y convertirnos como El quiere en verdaderos adoradores en espíritu y en verdad. Este es un largo y difícil proceso que comienza con la crisis de la conversión y prosigue en la imitación y seguimiento de Cristo.

B.¿Qué quiere decir Jesús cuando habla de su “yugo”? Llevar el yugo, en los tiempos de Jesús significaba convertirse en discípulo, un discípulo no es alguien que solamente se dedica a aprender, sino que se compromete con dicha enseñanza y con su Maestro, es alguien que es imitador de su maestro. Jesús no solo nos coloca su yugo también lo comparte con nosotros, es una metáfora utilizada para decir que nos hemos sometido incondicionalmente a su autoridad. Cuando nos rendimos a Cristo, somos unidos en yugo con El, “enlazados”, “amarrados” con nuestro Salvador. La palabra "fácil" no significa una postura cómoda y holgada, sino “bien ajustado”; solo Cristo posee el yugo perfecto, hecho a la medida para nuestro proyecto de vida y necesidades espirituales, "... y sus mandamientos no son gravosos." (I Jn.5:3). El yugo del que habla Cristo es la definición exacta del concepto de libertad para el ser humano, es la libertad que nos ofrece Cristo para servir a Dios y a nuestro prójimo (Stg.1:25). Pablo se refiere a ella como la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús, que nos hace libres de la ley del pecado y de la muerte (Ro.8:2). Ante tanto amor divino solo es posible responder con humildad y paciencia a todos los retos que se hagan presentes en nuestra formación espiritual

C.¿Cuál es el “descanso prometido”? Cuando venimos a Cristo por fe, El nos da descanso. Cuando llevamos su yugo y aprendemos, hallamos descanso en nuestro ser interior, este descanso espiritual es producto de la rendición y la obediencia a nuestro Señor. Para el pecador lo primero es la reconciliación, buscar la "paz con Dios" (Ro.5:1) donde la ley externa cesa de ser ley de pecado y de muerte, porque nuestros pecados son perdonados en la justificación; ya recibido el Espíritu lo siguiente es "la paz de Dios" que se obtiene con el crecimiento espiritual, es el descanso que nos promete en su Palabra al cumplir el mandamiento de crecer en la gracia y el conocimiento del Hijo de Dios (Filipenses 4:6-8). Cuando aprendemos de Cristo entonces la ley interna de la vida por el Espíritu proporciona el motivo y la fuerza de la obediencia para seguirlo, imitarlo y andar como El anduvo.

En el Nuevo Pacto, la ley divina guía nuestra alma y estará escrita sobre el corazón (Heb.8:10). En tanto que la ley dentro del cristiano es sobrenatural, es, en un sentido verdadero, la restauración de la imagen divina en nosotros y por tanto de la ley de la razón, y algo más que una restauración, significa arraigarnos en la persona de nuestro Salvador, hacernos uno con El en constante comunión, sin descuidar de buscar su presencia vivificante y confortadora que nos libera de todas las cargas que vamos acumulando mediante la obra del Espíritu Santo. En esta meditación he rumiado largamente sobre las leyes de Dios: El Espíritu divino que he recibido trata de obrar la obediencia a la ley de la justicia en mi corazón partiendo de la regeneración y justificación del seguidor de Jesús.

Desde este punto es que el cristiano desarrolla una nueva vida y comienza su crecimiento espiritual de acuerdo con la propia naturaleza nueva que he recibido, y no por medio de compulsión externa -tal como sucedió con el pueblo judío- que no efectúa ninguna justificación ni transformación en las vidas humanas. Es la regla del Espíritu de Dios en un “yo renovado”, de acuerdo con la idea original del Creador para con el hombre. Por tanto en la nueva naturaleza, el creyente está bajo la autoridad del Espíritu Santo. El cristiano puede afirmar: soy ley a mí mismo, (I Co.9:21), soy libre del pecado y de la muerte, pero esta libertad no lo excluye del mandamiento de formarme y crecer espiritualmente sujeto a la ley de la santidad y siendo imitador de la vida de Jesús.

Para el cristiano la ley está escrita en su corazón, pero es una ley todavía, y por tanto necesita la dignidad de una norma externa recogida en los textos inspirados del Nuevo Testamento. Habiendo recibido el Espíritu del Señor el seguidor de Cristo guarda su ley por el desarrollo de su propia naturaleza interna que está ahora en armonía con Dios y en estado de constante crecimiento espiritual. En otras palabras, los cristianos hacemos lo recto porque queremos hacerlo, no porque somos compelidos a hacerlo. La nota principal de esta nueva naturaleza interna es el amor, así que el amor es el cumplimiento de la las enseñanzas del Maestro en nuestra formación espiritual.


D. Ya que un yugo sirve para unir dos animales en un trabajo común, ¿Qué implica esto acerca del discipulado? Ser discipulado implica estar uncido a su yugo y a la vez estar unidos a nuestros hermanos, porque es mandamiento del propio Maestro. Esto implica que el discipulado no se hace en solitario ni tampoco es útil hacerlo así ya que dentro del Cuerpo necesitamos los unos de los otros, el discipulado es una tarea en común, para todos y en beneficio de todos. El desarrollo de nuestra espiritualidad es una experiencia que es auténtica y posible dentro de nuestra comunidad de la fe que es la iglesia, el discípulo está unido en yugo con el Cuerpo de nuestro Señor porque la formación espiritual requiere de la hermandad, las oraciones mutuas, la comunión y la práctica del amor fraterno como testimonio corporal de una adoración verdadera frente al mundo y las fuerzas del mal.

E.¿Cómo es que descansamos en el camino de Cristo? La única forma de descansar en el camino de Cristo es precisamente yendo a Él y depositando todas nuestras cargas en sus hombros ¿Cómo? Siendo yo un verdadero discípulo de Cristo, arraigándonos en El como el pámpano a la vid, imitándolo en todo, confiar en sus manos todas nuestras miserias, sueños, y problemas, dejando que su yugo descanse en nuestras vidas porque sus enseñanzas pueden ser llevadas a la práctica, solo es cuestión de que rindamos completamente nuestra voluntad a sus pies.

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